Hambre y lucha antifeudal en Valencia

Valencia , 1766. Una crisis alimenticia genera descontento. El hambre manifiesta el resentimiento secular hacia antiguas formas de sometimiento: el dominio feudal. Jornaleros, labradores, zapateros, sogueros, tejedores, carpinteros, escibientes, canteros, los sectores bajos de la población, los más sensibles ante las crisis económicas periódicas, deciden salir al encuentro de soluciones a sus necesidades no satisfechas. Las villas de Elche, Crevillente, Albátera y Almoradí, zona sur de la Comunidad valenciana, son el escenario de la decidida actuación de los agentes populares. La crisis de la coyuntura económica que afecta a toda la monarquía española remarca la reacción feudal que atestiguan los años setecientos en Valencia. La revuelta de hambre halla su justificación en los fueros feudales y municipales, según sea el caso; y contra ellos se mide el conflicto. La lucha antifeudal es ejercida con plena convicción de postular una causa justa. El hambre actúa como agente movilizador al exponer las contradicciones económicas de la estructura social valenciana. Carestía y opresión se identifican en una fórmula que da por resultado una fuerza que ejerce presión sobre los potentados más próximos y sus prerrogativas. Quiénes se sublevan ven, por tanto, a la autoridad real como guardián de los intereses que los convocan. Razón que explica que revindiquen la incorporación de las villas a la administración real. El “legitimismo popular" en pro de la monarquía se erige como mecanismo legal de lucha. Una serie de tumultos se hacen eco de los levantamientos producidos a lo largo de la península, repercusión, a su vez de los acontecimientos madrileños de 1766: el Motín de Esquilache.